No puedo evitar sonreír o morirme de una especie de curiosidad (por decirle así) cuando Charlotte o John hablan de su madre. Dos señoras bien, que saben quién es Armani, quién es Dior, viajadas, leídas. Que conocen de vinos y restaurantes, de códigos de etiqueta y cuestiones así (o por lo menos así me las imagine yo por lo poco que leí sobre ellas)
Mi madre no. Mi madre nada, pero nada que ver. Vivía en un típico conventillo de Pompeya. Su papá, uno de los que se abrieron la camisa dispuestos a recibir las bombas en plaza de mayo, murió cuando ella tenía solamente doce años, de ahí en adelante sus ocho hermanos se turnaron para mandarse infinidad de cagadas que los fueron llevando primero a la cárcel y después al cementerio, para que se hagan una idea de los ocho originales sólo sobrevivieron mi mamá y uno más. Cuando tenía trece tuvo que abandonar el colegio y dividía su tiempo entre el trabajo, los abogados defensores y las visitas a los penales. En esas visitas sufrió todo tipo de vejaciones y crueldades, pero era fundamental hacerle llegar a los presidiarios sus cigarrillos, bombones y demás lujos. Me consta que visitó al menos el Penal de Caseros, Devoto, La Plata, y algunas cárceles del interior del país. En una ocasión incluso, ella y mi abuela pasaron algunos días de arresto por un intento de fuga de uno de mis tíos. El único hermano vivo que le quedo es exiliado, vive en Australia desde 1978 y solo volvió al país en dos ocasiones (1985 y 1997). En cuanto mi tío dejó el país mi mamá quemó todos sus libros en una esquina del barrio. Casi 500 ejemplares que integraban las listas negras de la época.
Cuando tenía 16 años conoció a mi papá, un tibio militante del partido comunista, se casaron cuando cumplió 21. Mi mamá pesaba en ese momento 45 kilos y mis abuelos paternos se oponían a la unión porque mi mamá era tan delgada que debía esconder alguna enfermedad terminal y lo dejaría sólo con los hijos para criar en cuanto la enfermedad la venciera (hoy por hoy pesa 90 kilos, que luce enfundada en unas calzas de corderoy).
Durante el 73 y el 76 tuvieron sus tres primeros hijos. Ninguno de los dos sabía utilizar ningún tipo de método anticonceptivo. La mayor, mi hermana Debora, murió ahogada en el Paraná a los trece años. El golpe fue tan fuerte, que los médicos le aconsejaron tener otro hijo para poder pasarle un poco de los traumas y nací yo. Luego aprendieron a usar métodos anticonceptivos, pero no tuvieron en cuenta la máxima de Tusam "puede fallar" y así nació mi hermano menor, el imitador de Jim Morrison.
¶ 4:01 PM16 comments
Soy tu fan Uno de los últimos contactos que admití al msn del éste blog.
Se armo quilombo en mi casa. Dice mi hermano que de ninguna manera se parece a Messi, que en todo caso se parece a Jim Morrison.
¶ 3:13 PM10 comments
5.10.2007
RC recomienda: Si tenes la posiblidad no dejes de salir nunca con un médico, estudiante de medicina o enfermero. Esa gente tiene una obsesión por el cuerpo humano. No es vocación de servicio. Es obsesión.